Hernán Dobry

Historias y noticias

Bibliocritico

5 octubre, 2013

El fracaso de la “primavera árabe”.

La matanza que se está llevando a cabo en Siria volvió a centrar la atención de los medios de comunicación mundiales en los cambios que se vienen dando desde hace un par de años en el mundo árabe/musulmán. Sin embargo, la mayoría de los lectores/oyentes/televidentes en la Argentina entienden poco y nada de lo que está ocurriendo.

¿Por qué se levantaron? ¿Qué les ocurrió para que de un día para el otro estallara una especie de revolución en un país tras otro? ¿Por qué en esas naciones y no en las demás? ¿Cuál será el siguiente gobierno que enfrentará el descontento de su pueblo?

Todas estas preguntas y muchas más son las que viene a responder el libro “¿Por qué se rebelan? Revoluciones y contrarrevoluciones en el mundo árabe” de Sami Naïr, un politólogo francés, ex asesor del gobierno de Lionel Jospin (1997-1999) y europarlamentario (1999-2004) que se ha especializado en movimientos migratorios y en el mundo árabe.

“La crisis de legitimidad interna que sacude a todos estos poderes, redoblada por la multiplicación de enfrentamientos entre los clanes por el reparto de los recursos por un lado y, por otro, por el incremento de la represión contra las clases pobres y medias que se han hecho cada vez más reivindicativas. Crisis de la legitimidad y represión que van a desembocar, a partir de 2010, en estallidos intermitentes, en rebeldías sociales en marcha, en revoluciones democráticas inevitables”, sostiene.

Su libro cuenta con varias virtudes entre las que se destaca la claridad y el detalle con la explica conflictos difíciles de comprender para quienes desconocen la temática y se encuentran a miles de kilómetros de distancia, y la simpleza con la que los redacta sin que por eso pierda la profundidad de lo que está analizando.

Naïr resalta que todas estas revoluciones comandadas por jóvenes estudiantes universitarios, especialmente en Túnez y Egipto no lograron canalizar su descontento en el voto popular, pese a haber conseguido derribar a los gobiernos dictatoriales de sus países, porque los propios partidos políticos que podían llegar a representar sus ideas se enfrentaron entre ellos, lo que derivó en que perdieran las elecciones.

“La juventud se convertirá en una ‘minoría activa’ y constituirá la pinta de lanza de la revolución política – afirma -. Esta minoría activa no tiene ninguna identidad cultural o religiosa, ninguna pertenencia política […] Esta minoría activa no se constituye en partido político, no tiene programa y no tiene ideología: sólo tiene un objetivo mínimo, que es acabar con un sistema cerrado. ¿En qué basa su fuerza? En que está enclavada en el único espacio de libertad inexpugnable para el poder del Estado: los nuevos medios de comunicación de masas”.

Justamente, por esto su libro es tan importante en este momento y llega justo para poder explicar lo que pocos comprenden: por qué las masas jóvenes lograron derribar a los gobiernos de sus países y las elecciones las terminaron ganando grupos islamistas conservadores muy lejanos al espíritu que reinaba en las revueltas.

“Desde hacía tiempo, los observadores sabían que, organizadas democráticamente, las elecciones verían en todas partes, desde Marruecos hasta Omán, la victoria de los islamistas. No porque las masas fueran movidas por no se sabe qué fanatismo congénito, sino porque constituyen la parte mayoritaria de la población a la que las independencias política y el ‘desarrollo’ del último medio siglo no les han aportado gran cosa, salvo una educación de masas de muy bajo nivel que, por otra parte, les permite sobre todo medir su miseria – afirma -. Un análisis de las elecciones en Túnez, en Marruecos y en Egipto – a pesar de que estos países hayan tenido experiencias diferentes muestra igualmente que importantes estratos de las capas medias modernas, miles de jóvenes licenciados y sin empleo, pero también aquellos que han tenido que ‘comprar’ el empleo que tienen, se han sumado al voto islamista por razones ligadas a la dignidad de su condición y a la amoralidad de los grupos dirigentes”.

Quizás el único punto criticable es que varias veces en su texto sólo menciona a Israel para culparlo del problema palestino, pero se olvida de destacar que es la única democracia en la región, en la que rigen las libertades de expresión, religiosas y política como no ocurre en ninguna de las naciones que analiza el libro (incluso con partidos y diputados árabes), y que podrían servirles de espejo a los “rebeldes” para el nuevo estado que buscan fundar.

Más allá de esto y pese a la victoria de los partidos islamistas en las elecciones en Egipto y Túnez, Naïr concluye su libro con cierta esperanza sobre lo que pueda llegar a ocurrir en los próximos tiempos en el mundo árabe/musulmán ya que cree que, finalmente, las ideas de los “rebeldes” triunfarán.

“La onda revolucionaria árabe se va a expandir, pues se trata de algo profundo y que tiene que ver con la identidad histórica de los pueblos árabes – concluye -. Pueden volver tiempos de regresión, de fracasos, pero al final, y estoy convencido de esto, triunfará la revolución democrática, pues el mundo árabe, con todas sus riquezas y su inteligencia humana, no puede quedarse al margen del mundo moderno”.

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