“Salir al escenario era como ir a tomar un café al living de mi casa con grandes amigos en la platea. Mi preparación tenía que ver con eso: ensayar seis u ocho horas por día, para que, justamente, el cuerpo tuviese que salir a bailar naturalmente, escucha la música y se mueve sin esfuerzo, sin pensar ni tener que poner el cerebro y la frialdad”, afirma el ex bailarín Maximiliano Guerra en “Voces y memorias” por Eco Medios AM 1220.
A lo largo de su carrera, se caracterizó por ser un perfeccionista, por trabajar en cada detalle de la interpretación tanto desde el punto de vista actoral como físico, que era donde realmente marcaba la diferencia frente a sus pares.
“Ensayaba mucho, siempre fui muy perfeccionista en la danza y muy obsesivo. Por eso, preparaba al personaje, para que sea un actor sin palabras, con la expresividad y contando el cuento. Es lo más divertido – recuerda -. Leía mucho. Nunca hice un ballet en el que no haya leído la obra. Es interesantísimo saber qué es lo que le pasaba, qué quiso decir o cómo se imaginaba el escritor de la obra a ese personaje. Trataba de acercarme lo más posible a ese personaje que estaba en la cabeza de otra persona, en blanco y negro y te lo pasó como ser humano”.
Esa meticulosidad en la preparación de cada obra, lo llevó a mantener siempre un alto nivel de autoexigencia, por que en cada función trataba de superarse. El siguiente rol debía salirle mejor que el anterior.
“Nunca creí que había llegado a mi tope porque no creo que lo haya, el tope somos nosotros mismos, los límites nos los ponemos nosotros. Nunca hubiese pensado que di lo máximo de mí. En la vida, se aprende todo el tiempo hasta que salimos con los pies para adelante. No hay un solo día en el que la vida no te muestre que hay cosas nuevas para investigar, buscar, cambiar”, destaca.
Esta obsesión en buscar nuevas vetas por las que meterse dentro de los personajes e intentar darle un toque personal lo llevó a dejar de protagonizar durante varios años los tradicionales ballets Cascanueces y Lago de los Cisnes porque sentía que no podía aportar nada nuevo en lo interpretativo.
“Mi carrera siempre la basé en lo actoral así que trabajaba para tener una buena técnica, fuerte, cuantitativa, impresionante. Siempre me paré en el escenario para entregar una situación determinada, y decía: ‘qué es lo que voy a contar hoy desde mi alma’. El Cascanueces y El Lago de los Cisnes los bailé desde muy jovencito y de repente había un momento en el que no le encontraba la vuelta, me parecía que no tenía más que imprimirle al personaje – concluye -. Estar arriba del escenario para mí era entregar lo mejor de mí en cada noche, salir consciente de lo que quiero contarle a la gente y, después, estar todas las noches seduciendo a un público distinto. El arte te genera tanta endorfina como hacer el amor. Uno busca la particularidad de encontrarse con toda esa gente que no ves, pero la tenés que seducir, embelesar y traerla a vivir la historia que estás contando”.
Maximiliano Guerra jugó al fútbol en las inferiores de River Plate desde los 5 a los 14 años. En paralelo, comenzó a estudiar danza con el maestro Wasil Tupin y luego en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón y, a partir de allí, nunca más abandonó su vocación.
Desde 1985, fue miembro del Ballet Estable del Teatro Colón y también fue bailarín profesional en el Teatro Argentino de La Plata y en la Fundación Teresa Carreño y en Los Ángeles Ballet Company.
Entre 1988 y 1992, formó parte del London Festival Ballet y la Deustche Oper de Berlín y después fue “Guest Permanent Principal del Teatro Alla Scalla de Milán y creó la compañía Joven Ballet.
Durante su carrera, también se desempeñó como primera figura en el English National Ballet, en el Mariínski y en el Bolshói de Rusia, entre otros grandes escenarios mundiales. Además, fundó el Ballet del Mercosur del que es director artístico, coreógrafo y primer bailarín.
En 2015, asumió la dirección del Ballet Estable del Teatro Colón y, a su vez, creó la Fundación Maximiliano Guerra para el estudio de la danza. Dentro del género de la comedia musical, protagonizó “Luz Cenicienta” junto a Moria Casán.
A lo largo de su carrera recibió numerosas menciones como el Grand Prix en el Festival Internacional de Ballet de Trujillo (Perú), la medalla de oro en la Competencia Internacional de Varna, Bulgaria, y la de plata en la de Ballet en Nueva York y el premio Konex de Platino.
La NASA le colocó un nombre a una estrella en el espacio y se convirtió en el primer artista latinoamericano en conseguirlo. En 2003, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires lo declaró ciudadano ilustre.
Para revivir la entrevista que le realizó Hernán Dobry al ex bailarín Maximiliano Guerra en su programa “Voces y memorias”, que se emite por Eco Medios AM 1220 los martes a las 20, hacer clic en los banners.
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